9.29.2012

ACHAQUES DE LA VEJEZ

La puerta del asilo de ancianos se cerró lentamente. Sus goznes chirriaban como chanchos a medio capar. pero nadie se mosqueó, porque se podría afirmar que quienes habitaban allí ya estaban habituandos a ese metálico lamento. El viejo lanzó un suspiero conformándose a sí mismo por el abandono al que lo habían sometido.

"Esos mierdas nuevamente han hecho que yo los espere en vano", pensó mientras se sacaba el impuesto a lo que quedaba de su cigarrillo, " y al paso que van las cosas, creo que voy a tener nomás que resignarme a que nunca más vengan por aquí". Se incorporó lentamente (las fuerzas ni le daban para más), y contando las piedras del sendero fue caminando hasta la sala de estar del asilo, para hacer lo único que les permitian en ese recinto: mirar el televisor como opas.

Habia perdido lña cuenta de las semanas que sus familiares dejaron de visitarlo. La última vez que lo hicieron fue para hacerle firmar tremendo montón de papeles, con los qe (así se lo hicieron creer), estaba asegurando los dias que le quedaban por vivir. Papeles, para lo que le servían, si lo único que necesitaba era escuchar los fines de semana su nombre para que le anuncien que tenía visitas. Y las visitas eran una especie de tratamiento extra que él requeria para aguntar la rutina que estaba obligado a soportar todos los dias. Otro, en su lugar, hubiese perdido la cordura, enajenándose hasta el desequilibrio existencial. Muchos de sus compañeros ya estaban en ese estado, ya todos los consideraban chochos y extravagantes, al extremo de que a veces ni se dignaban mirarlos, o si lo hacían, tal vez era por pena, o puro aburrimiento.

Aburrimiento. ´´Esa era la palabra que reflejaba todo cuanto él sentía. Estaba aburrido de ser ya un vejete inútil, pues para lo único que servía (esto se lo repetían a cada rato), era para estorbar y meterse donde no lo llamaban. Sí, ya era un estorbo, ni sus compañeros de sala lo soportaban porque todas las noches se la pasba tose y tose, impidiendo que los demás pudiesen dormir y descansar.
 
"Para qué mierdas querrán dormir de noche estos viejos igual que yo, si todo el dia se la pasan duerme que duerme", se decía mientras la modorra se apoderaba de sus párpados, y sus ojos se clavaban en el televisor sin ver nada.
 
Mientras intentaba dormitar rememoraba los dias en que solia mentirse creyendo ser feliz y bienaventurado. Poco a poco salió de su modorra, y mirando a los demás, con una sonrisa cínica musitó quedamente: "Por mí, que se vayan todos a donde ya saben".
 
Terminó la tarde y una nueva noche cayó pesadamente sobre la ciudad, especialmente sobre el medio centenar de ancianos que, sentaditos, esperaban pacientemente que sirvan la cena en el comedor del asilo.
 
La sopa de sémola cayó como una bolsa de agua caliente en el estómago del anciano. Cuando terminó de saborear su vaso de gelatina, volvió a pensar: "Cada dia es lo mismo. Nos dan papillas, como si quisieran recordarnos que no tenemos dientes, y no tenemos derecho a decir nada, ni siquiera podemos manifestar nuestras trsitezas"
 
Un tenue dolor le recordó que había olvidado tomar los remedios que le habían prescrito, para uno de los tantos achaques que tenía, por lo que, sin que ninguna de las encargadas lo viera, se apresuró en sacar de uno de sus bolsillos un frasco pequeño, tomó entre sus dedos la gragea indicada, mientras una de sus manos sostenía el vaso vacio.
 
-¡Qué mierdas! -gritó en voz alta-. hoy mismo voy a abandonar para siempre esta porquería, y si todo sale como lo estoy pensando, por fin voy a poder dormir tranquilo, sin tener que soportar todas las noches los ronquidos de estos parásitos.
 
Nadie prestó importancia asu exabrupto. Lentamente se incorporó. Tras mandar mentalmente a la basura a todos los que estaban reunidos en la sala, caminó hasta la terraza, y una vez allá, subió la baranda de cemento, y, a manera de olvidarse de sus achaques -sin pensarlo demasiado- echó a volar, fijándose como meta el piso de abajo.
 

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