10.31.2012

CICATRICES DE LA VIDA


Naci viejo.
Mi vida ha sido un tránsito brusco de la niñez a la vejez, sin términos medios.
No tuve tiempo de ser niño. Hay una pelota nuevita, guardada en algún rincón de mis recuerdos. Lo más lógico ha de ser que yo sea una verdadero niño cuando me llegue la vejez. Para ella, es cierto, uno tiene tiempo de sobra. Presumo que ha de ser a los cuarenta y nueve años, pues si llego a los cincuenta me suicido. Nacionalizo una pistola y me pego un tiro.
Hablar de mi niñez, si vamos a llamarla así, es muy fregado. Quisiera olvidar ese periodo, pero es imposible. No tengo nada grato que recordar y los hombres que recuerdan con tristeza su infancia – no porque se les haya ido sino porque han sufrido mucho en ella- nunca más podrán ser felices.
¿Dónde andará, por qué caminos se extravió el niño que fui? Si es cierto eso de que en cada hombre hay un niño, el que habita en mi debe ser muy triste.
Vivíamos en un departamento de la calle Constitución. Mi madre atendía una pesión, famosa por sus calditos de cabeza de cordero. Como no había empleada que le aguantara, mi hermana y yo la ayudábamos. Dormíamos en una sola cama: las dos mujeres en la cabecera y yo a los pies. Apenas empezaba a clarear y el caserío de Challa-pampa emergía de entre las brumas, mi madre estiraba un pie con violencia y yo abría los ojos en el suelo. Mi hermana era lmás perjudicada por ese sentimiento maternal, pues, como estaba a mano, despertaba con un pellizco.
La pobre también ha de esconder la niña triste que tiene en el fondo. Si, como dice el refrán, “quien bien te quiere te hará llorar”, mi madre exageraba en sus demostraciones de cariño.
Me levantaba frotándome los ojos para quitarme los restos de sueño e iba a la cocina a llenar de kerosén los anafes y encenderlos para que hiervan las ollas del caldo de cabezas. Después de tomar el desayuno, barría la pensión y alistaba las bolsas y los canastos para ir al mercado. A mi madre le hacía algunas matufiaditas  que me servían para comprar cualquier cachivache y distraer mis horas muertas.  Esto lo hacía agregando uno o dos pesos al precio de lo que compraba. Ella se encargaba de las cabezas, papas y condimentos; yo, las tripas, las cebollas y la canalera.
Los caldos que preparaba mi vieja eran muy recomendados. Como si el olor que despedían las ollas se pasearan por la ciudad. Hasta lo viejitos desahuciados venían con la esperanza de prolongar su vida con un buen caldo de cabezas.
Venía buena y mala gente.  Por entonces mi madre ya estaba divorciada;  a mi padrastro lo conquistó por el estómago. Aunque yo nunca disfruté con la comida, comprendo que para un hombre es importante que sepan acariciarle el estómago.
No me hago cortar el cabello al ras, muruk’ullu como se dice, porque tengo la cabeza llena de recuerdos de mi madre. Guardo varias cicatrices gracias a sus palizas. Ella era muy nerviosa, padecía una especie de mal de rabia. Cualquier cosa la ponía furiosa, la sangre se le subía a la cabeza y ya no veía nada. Todo se le nublaba y empezaba el huracán.
Acostumbraba a pegarnos con palo de escoba. Rompió varias escobas en mis espaldas y en las de mi hermana;  si no quedamos inválidos, fue porque, dicen, los niños son muy resistentes a los golpes.
Al mismo tiempo era muy católica; asistía cumplidamente a misas, confesaba y comulgaba, pasaba prestes y fiestas, mientras que a mí me mandaba los fines de semana al culto de los Testigos de Jehová, agarrando mi Biblia, mis revistas Atalaya y Despertad.
Todo esto fue decisivo para mi destino; por eso digo que no tengo nada grato que recordar de mi infancia. De lo único que le puedo agradecer a mi madre, si es que algo debo agradecerle, además de haberme dado vida, son sus caldos suculentos, que sirvieron para resistir mejor sus palizas, al frio paceño y a los demás golpes que me dio la vida.
Una vez que me puse bravo y le contesté, se puso tan furiosa que me clavó las uñas en la boxa: de eso me queda una cicatriz. Otro día que rompí un cuaderno a mi hermana, todo porque no quería comprarme útiles igual que a ella (aunque todavía no iba a la escuela), me hizo un tajo con un cuchillo en la muñeca: aquí pueden ver la cicatriz. Tantas cicatrices tengo, que prefiero ignorarlas para no amargarme. Quiero borrarlas con la indiferencia. Pero eso no es posible.
Una tarde saqué veinte pesos de la caja del mostrador (con ese dinero, se compraba cuatro botellas de cerveza) y me fui a pasear. Cuando volví a la casa, a eso de las siete de la noche, mi vieja me llevó al dormitorio y allí me una paliza que no olvidaré por el resto de mi vida.
Pienso que hice mal  en haber levantado ese dinero, pero también creo que el castigo fue exagerado. Luego de amarrarme las manos a la espalda y tumbarme en el piso, me echó alcohol de quemar y me prendió fuego. De no haber sido uno de los caseros que entró al dormitorio y la contuvo, me hubiera quemado los pies y quién sabe si hasta la conciencia.
Una vez nos regalaron un cachorrita pastor alemán que se ganó el cariño de todos. Donde hay perros, al menos hay sonrisas de niños. La bautizamos Gitana y cuando creció se convirtió en nuestra defensora. Cuando me madre se enojaba y quería pegarnos, Gitana intervenía mostrándole los dientes. Siempre que nos sentíamos amenazados mi hermana y yo, la llamábamos y la perra acudía inmediatamente. Gitana nos acompañó por más de medio año, hasta que se enfermó grave. Tuvimos que hacerla matar para que no sufriera.
También teníamos una lorita llamada Pastora. Era parlanchina y el único nombre que repetía  el d don Arturo, un cliente que venía con sus hijos a la pensión a tomar caldos de cabeza de cordero.
No se cansaba de repetir: “Arturito, trae la patita” y sólo se calmaba cuando don Arturo se le acercaba para rascarle la cabeza.
Por ese entonces, 1964, como era muy niño, no entendía lo que pasaba en política. Pero se me quedaron grabadas las imágenes que vimos el 4 de Noviembre. De la fábrica Soligno bajaban camiones y camionetas llenas de trabajadores fabriles armados de fusiles y ametralladoras. Desde mi casa escuchábamos el tiroteo y el rugido de los aviones. Después vimos cómo los mismos vehículos retornaban cargando muertos y heridos, dejando huellas de sangre en las calles. En el corredor del segundo piso, el dueño de casa y sus amigos festejaban el triunfo del golpe de Estado bebiendo cerveza y tocando música.
Mi primera escuela fue la Ismael Montes, a pocos pasos de la plaza Churubamba. Era tan pobre, como casi todas las escuelas fiscales. Los alumnos no tenían donde sentarse; para no sentarme en el suelo yo me llevé un banquito y una silla pequeña que nunca recogí. De las Ismael Montes pasé al colegio Kennedy. Una d o dos veces a la semana venía mi padre  a recogerme para llevarme a casa, en el camino me compraba llauchas, al tiempo que me preguntaba acerca de la vida que llevábamos yo y mi hermana. Era militar y muy buena gente, aún así se refrenaba para no plantarle dos tiros a mi madre por el trato que nos daba

10.16.2012

DIEZ MANDAMIENTOS PARA ESCRIBIR CON ESTILO -FRIEDRITCH NIETZSCHE-

  1. Lo que importa más es la vida: el estilo debe vivir.
  2. El estilo debe ser apropiado a tu persona, en función de una persona determinada a la que quieres comunicar tu pensamiento.
  3. Antes de tomar la pluma, hay que saber exactamente cómo se expresaría de viva voz lo que se tiene que decir. Escribir debe ser sólo una imitación.
  4. El escritor está lejos de poseer todos los medios del orador. Debe, pues, inspirarse en una forma de discurso muy expresiva. Su reflejo escrito parecerá de todos modos mucho más apagado que su modelo.
  5. La riqueza de la vida se traduce por la riqueza de los gestos. Hay que aprender a considerar todo como un gesto: la longitud y la cesura de las frases, la puntuación, las respiraciones; También la elección de las palabras, y la sucesión de los argumentos.
  6. Cuidado con el período. Sólo tienen derecho a él aquellos que tienen la respiración muy larga hablando. Para la mayor parte, el período es tan sólo una afectación.
  7. El estilo debe mostrar que uno cree en sus pensamientos, no sólo que los piensa, sino que los siente.
  8. Cuanto más abstracta es la verdad que se quiere enseñar, más importante es hacer converger hacia ella todos los sentidos del lector.
  9. El tacto del buen prosista en la elección de sus medios consiste en aproximarse a la poesía hasta rozarla, pero sin franquear jamás el límite que la separa.
  10. No es sensato ni hábil privar al lector de sus refutaciones más fáciles; es muy sensato y muy hábil, por el contrario, dejarle el cuidado de formular él mismo la última palabra de nuestra sabiduría.

10.08.2012

CARTAS A UN JOVEN NOVELISTA - MARIO VARGAS LLOSA -

  1. Sólo quien entra en literatura como se entra en religión, dispuesto a dedicar a esa vocación su tiempo, su energía, su esfuerzo, está en condiciones de llegar a ser verdaderamente un escritor y escribir una obra que lo trascienda.
  2. No hay novelistas precoces. Todos los grandes, los admirables novelistas, fueron, al principio, escribidores aprendices cuyo talento se fue gestando a base de constancia y convicción.
  3. La literatura es lo mejor que se ha inventado para defenderse contra el infortunio.
  4. En toda ficción, aun en la de la imaginación más libérrima, es posible rastrear un punto de partida, una semilla íntima, visceralmente ligado a una suma de vivencias de quien la fraguó. Me atrevo a sostener que no hay excepciones a esta regla y que, por lo tanto, la invención químicamente pura no existe en el dominio literario.
  5. La ficción es, por definición, una impostura -una realidad que no es y sin embargo finge serlo- y toda novela es una mentira que se hace pasar por verdad, una creación cuyo poder de persuasión depende exclusivamente del empleo eficaz de unas técnicas de ilusionismo y prestidigitación semejantes a las de los magos de los circos o teatros.
  6. En esto consiste la autenticidad o sinceridad del novelista: en aceptar sus propios demonios y en servirlos a la medida de sus fuerzas.
  7. El novelista que no escribe sobre aquello que en su fuero recóndito lo estimula y exige, y fríamente escoge asuntos o temas de una manera racional, porque piensa que de este modo alcanzará mejor el éxito, es inauténtico y lo más probable es que, por ello, sea también un mal novelista (aunque alcance el éxito: las listas de bestsellers están llenas de muy malos novelistas).
  8. La mala novela que carece de poder de persuasión, o lo tiene muy débil, no nos convence de la verdad de la mentira que nos cuenta.
  9. La historia que cuenta una novela puede ser incoherente, pero el lenguaje que la plasma debe ser coherente para que aquella incoherencia finja exitosamente ser genuina y vivir.
  10. La sinceridad o insinceridad no es, en literatura, un asunto ético sino estético.
  11. La literatura es puro artificio, pero la gran literatura consigue disimularlo y la mediocre lo delata.
  12. Para contar por escrito una historia, todo novelista inventa a un narrador, su representante o plenipotenciario en la ficción, él mismo una ficción, pues, como los otros personajes a los que va a contar, está hecho de palabras y sólo vive por y para esa novela.
  13. El de las novelas es un tiempo construido a partir del tiempo psicológico, no del cronológico, un tiempo subjetivo al que la artesanía del novelista da apariencia de objetividad, consiguiendo de este modo que su novela tome distancia y diferencie del mundo real.
  14. Lo importante es saber que en toda novela hay un punto de vista espacial, otro temporal y otro de nivel de realidad, y que, aunque muchas veces no sea muy notorio, los tres son esencialmente autónomos, diferentes uno de otro, y que de la manera como ellos se armonizan y combinan resulta aquella coherencia interna que es el poder de persuasión de una novela.
  15. Si un novelista, a la hora de contar una historia, no se impone ciertos límites (es decir, si no se resigna a esconder ciertos datos), la historia que cuenta no tendría principio ni fin.

10.04.2012

COMO SER UN GRAN ESCRITOR -CHARLES BUKOWSKY-

Tienes que cojerte a muchas mujeres
bellas mujeres,
y escribir unos pocos poemas de amor decentes
y no te preocupes por la edad
y los nuevos talentos.

Sólo toma más cerveza, más y más cerveza.
Anda al hipódromo por lo menos una vez
a la semana
y gana
si es posible.

Aprender a ganar es difícil,
cualquier pendejo puede ser un buen perdedor.
y no olvides tu Brahms,
tu Bach y tu
cerveza.

No te exijas.

Duerme hasta el mediodía.
evita las tarjetas de crédito
o pagar cualquier cosa en término.
acuérdate de que no hay un pedazo de culo
en este mundo que valga más de 50 dólares
(en 1977),
y si tienes capacidad de amar
ámate a ti mismo primero
pero siempre sé consciente de la posibilidad de
la total derrota
ya sea por buenas o malas razones.

Un sabor temprano de la muerte no es necesariamente
una mala cosa.

Quédate afuera de las iglesias y los bares y los museos
y como las arañas, sé
paciente,
el tiempo es la cruz de todos.

Más el exilio, la derrota
la traición
toda esa basura.
quédate con la cerveza,
la cerveza es continua sangre.
una amante continua.

Agarra una buena máquina de escribir
y mientras los pasos van y vienen
más allá de tu ventana
dale duro a esa cosa,
dale duro.

Haz de eso una pelea de peso pesado.
haz como el toro en la primer embestida.
y recuerda a los perros viejos,
que pelearon tan bien:
Hemingway, Celine, Dostoievski, Hamsun.

Si crees que no se volvieron locos en habitaciones minúsculas
como te está pasando a ti ahora,
sin mujeres
sin comida
sin esperanza...
entonces no estás listo
toma más cerveza.
hay tiempo.
y si no hay,
está bien
igual.

LLEGÓ SIN INVITACIÓN, Y LISTO


La puerta se abrió misteriosamente y le hombre tembló de miedo ante lo desconocido. Sabía que esto iba a pasar, y a pesar de que había tomado sus recaudos, el repentino sonido producido por la puerta despertó los temores que durante el día había tratado de refrenar.
Cerró los ojos para no ver la llegada de lo inevitable, pero ese intento fue inútil, y cuando más desesperaba por olvidar este encuentro, tuvo nomás que resignarse, porque la noche había llegado, y él era un impotente por no haberlo evitado.