Érase
una vez un universo oscuro, un universo negro, un universo helado y
matemático.
No se sabe por qué, dos estrellas se
miraron y se enamoraron. Tan grande y hermoso fue su amor que dejaron de
describir infalibles órbitas elípticas para dibujarse tiernos corazones
entrelazados.
Se querían tanto..., pero la distancia
era grande, y no podían acariciarse ni besarse. ¡Si por un solo instante
pudieran estar juntas! Pero eso estaba prohibido en un universo oscuro, en un
universo negro, en un universo helado y matemático.
Aun así no se resignaron a vivir
separadas, alejadas por un denso y silencioso vacío; así que decidieron
quebrantar la eterna ley del perfecto y ordenado universo. Con un cómplice guiño
se salieron de sus órbitas convirtiéndose en dos estrellas fugaces, dirigiéndose
a un mismo destino a la velocidad del deseo y el cariño
Tan solo querían besarse; sabían que ése
sería su primer y último beso, pero a pesar de ello continuaron vertiginosas su
sendero suicida..., hasta que se encontraron, fundiéndose en un luminoso y bello
abrazo de amor y de muerte. Fue el precio tuvieron que pagar por quererse en un
universo oscuro, en un universo negro, en un universo helado y
matemático.
Ellas fueron las primeras, pero si
alguna noche de verano, mirando el cielo, ves una estrella fugaz, piensa que en
algún lugar hay otra, que están enamoradas, y que aunque vivamos en un universo
oscuro, en un universo negro, en un universo helado y matemático, lograrán
encontrarse, se besarán por un instante nada más y desaparecerán entre destellos
de amor y ternura.
Autor: Alberto Pisa Allué
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