Cuenta la leyenda que hace millones y millones de
años, cuando recién se había creado el Universo. Se reunieron todos los dioses
para contemplar su obra, y extasiados por tanta belleza y perfección no pudieron
evitar caer en la tentación de la presunción, es por lo que decidieron crear al
hombre para que este le envidiara y admiraran su poder.
Entonces los dioses se dedicaron afanosamente a
crear al hombre, y cuentan algunas religiones que lo hicieron tan a su imagen y
semejanza, que lo dotaron de fuerza, valor, felicidad, inteligencia, sabiduría,
etc, que llegaron a temer que se fundieran entre ellos y que en un momento dado
los destituyeran y ocuparan su lugar, por lo que decidieron esconderle alguna de
las virtudes con las que había sido creado.
¿Dónde podrían guardar la felicidad para que el
ser humano no la encontrara?. Estuvieron reflexionando sobre ello mucho tiempo;
cuando uno decía de esconderla en el pico de la montaña más alta, otro de los
dioses le rebatía, diciendo que al haberlo dotado de fuerza y valor podría
escalar esa montaña y encontrarla.
Cuando uno de ellos comentaba que tenían que esconder la felicidad en la sima más profunda de los océanos, otro le corregía diciendo que al ser humano le habían dotado de una gran inteligencia, y podrían inventar una máquina que se sumergieran en los mares y la podrían encontrar.
Cabía otra posibilidad esconderla en otra galaxia, -pero llegaría el día se dijeron unos a otros- en que el hombre exploraría el Universo, descubriría los agujeros negros y llegaría a las otras galaxias. ¿Qué hacer pues?.
En estas reflexiones andaban cuando uno de ellos -el más gordito y bajito- que había permanecido todo el tiempo en silencio, dijo:
Cuando uno de ellos comentaba que tenían que esconder la felicidad en la sima más profunda de los océanos, otro le corregía diciendo que al ser humano le habían dotado de una gran inteligencia, y podrían inventar una máquina que se sumergieran en los mares y la podrían encontrar.
Cabía otra posibilidad esconderla en otra galaxia, -pero llegaría el día se dijeron unos a otros- en que el hombre exploraría el Universo, descubriría los agujeros negros y llegaría a las otras galaxias. ¿Qué hacer pues?.
En estas reflexiones andaban cuando uno de ellos -el más gordito y bajito- que había permanecido todo el tiempo en silencio, dijo:
Vamos a escondérsela dentro de ellos mismo, que
siempre estarán tan ocupados en atesorar riquezas, conseguir el poder pensando
que esto es lo que les dará la felicidad, que nunca se darán cuenta que dentro
de ellos mismos está la llave de la felicidad.
El ser humano juega al escondite consigo mismo
y no se decide investigar en su naturaleza interior. Busca la felicidad en el
exterior, donde todo es fortuito, y nada permanece estable. En la vida cotidiana
se alternan lo agradable y lo desagradable, el placer y el dolor, pero no puede
encontrarse felicidad permanente en lo que es transitorio e inestable. La
felicidad como un estado más permanente solo puede encontrarse en uno mismo y
representa un estado de sosiego, contento, ecuanimidad y visión esclarecida
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